Capitulo I. EL DESPERTAR

Siempre hay un principio y un final, o al menos a eso está acostumbrada nuestra mente humana, pero creo que más que empezar y acabar, la vida es algo que va más allá, está hecha de momentos, en los que descubres que no puedes volver a mirar atrás, porque has descubierto algo nuevo que es imposible borrar de tu memoria, ya no puedes decir que eso no lo sabes, pues ya ha sucedido, ya has experimentado y sentido y queda grabado para siempre en ti.

Creo que todo lo que os voy a contar, empezó cuando me concibieron, si, aunque podáis pensar que como me voy a acordar de ese momento, pues es imposible ya que aún no existía. Pero fue ahora, de adulta, que pude viajar al pasado en forma de lo que llaman “viaje astral (sin tiempo y espacio)”, en una ocasión que estaba practicando la respiración consciente o conectada, y pude ver ese momento del que os hablaba, en el que la magia de la vida nos ayuda a materializarnos y pasar de ser energía a tener un cuerpo. Esa magia que nos trae desde “ser todo expansión” como el universo, a ser alguien materializado en un cuerpo físico humano, a través del acto de amor de nuestros padres, que sirven como canal de entrada de nuestro espíritu.


Ese momento de concepción, es el que podemos recordar o no, pero es ahí cuando sabemos quienes vamos a ser en este planeta, que vamos a sentir, a aprender, cuales son los patrones de conducta que vamos a tener que superar y trascender, con qué familia tendremos nuestras experiencias de vida, etc. Tantas y tantas cosas pueden determinarse en esos momentos… pero también lo olvidamos rápidamente, lo guardamos en un lugar de nuestro cerebro en el que si no ponemos toda nuestra intención y conciencia, no podremos volver a encontrar.

Es como un pacto de olvido que hacemos, como si de un juego se tratara, y que la vida nos sirviera para volver a recordar y sentir a que hemos venido, siempre va a haber esa sensación de quererlo saber.

Sí, porque todos lo podemos saber, qué es lo que hemos venido a hacer, pero es más fácil olvidar y dejarse llevar, que entrar en esa parte que solo con el coraje suficiente podemos hallar. Esa capacidad de recordar porque estamos aquí, solo se encuentra cuando te vuelves vulnerable, sensible y de esa vulnerabilidad haces tú fuerza y tu poder para rendirte y recordar.

Continuando con el principio del que os hablaba, ese momento de concepción, recuerdo que ahí fue donde decidí poder hablar con los que ya no estaban en cuerpo físico, supe que sería sensible a otras formas de energía que no podíamos ver con los ojos, que podría comunicarme con otras frecuencias, que podría hacer viajes sin mi cuerpo y que la vida me esperaba un sinfín de aventuras energéticas que iban a hacer que mi mente limitada se fuera abriendo poco a poco.


Ahora lo veo tan fácil, como el simple hecho de recordar en todo mi ser, la frecuencia en la que se encuentran esas energías, porque simplemente se trata de frecuencias, de ondas o de vibraciones distintas, por tanto si recuerdas como adaptar todos tus sentidos a una cierta frecuencia, escucharas, veras cosas de esa otra frecuencia, que con tus cinco sentidos normales no puedes. Pero eso solo puede ocurrir cuando todo tu ser está preparado para ello, habiendo superado los miedos más profundos y los impedimentos y limitaciones de nuestra mente.

Cualquier persona puede ser médium si se lo propone, pero por mucho que lo practiques y pongas tu fe en ello, hay un día en el que te das cuenta si es realmente lo que has venido a hacer, quizás simplemente has venido a ser artista, madre, estudioso o inventor.
Pero lo que sí está claro, es que cualquier cosa que hallas venido a hacer, si es con miedo, no se puede, porque los miedos paralizan y no dejan avanzar, por tanto hasta que no has vencido tus miedos, no puedes dar el siguiente paso.

Me gustaría explicaros uno de los miedos a los que tuve que enfrentarme, cuando ya de adulta, seguía sintiendo cosas o presencias cerca de mí, pero era tanto el pánico que me invadía, que el simple hecho de saber que no estaba sola, me paralizaba, por tanto no podía hacer nada, solo tener miedo.

Notaba cosas, que los demás parecían no percibir, sentía que me tocaban, que se posaban en mis hombros, en la espalda,… y cómo hacer para explicar a mis amigos y a las personas que no notaban nada, y no pensaran que estaba loca. Pues bien simplemente hacer ver que no lo notaba, cerrando poco a poco esa percepción, esa capacidad sensitiva, para sentirme segura. No fue de repente, que empecé a sentir cosas, sino que fue desde siempre, pero solo cuando estuve preparada para asumirlo pude vivir las experiencias conscientemente.

El haber negado o cerrado la capacidad de sentir, no fue suficiente, para que la presión de las energías o presencias insistieran cada vez más en hacerse perceptibles a mis sentidos, pues realmente es algo que en esos momentos del inicio, de la concepción, yo había pactado, ser tan perceptiva, por tanto, ni mis mayores miedos, ni la incomprensión de las personas de mi alrededor, podía impedir que a la larga volviera una y otra vez a resurgir en mi esa facilidad por conectar con otras formas, otras vibraciones, otras frecuencias.

Tuve que llegar al límite de mi terror y mis miedos, antes de comprender que eso iba a cambiar totalmente mi vida, antes de rendirme. Recuerdo que ese día en que sucumbí a mis miedos, estaba en mi casita, sola, como de costumbre, era de noche y como siempre después de cenar, encendía la tele para distraerme de las cosas y rutinas del día. Como otros tantos días, sentía la presencia de alguien a mi lado, pero como siempre intenté evadir las sensaciones y cerrarme, pero curiosamente ese día no pude, pues era una presencia muy fuerte, tan fuerte que pensé que había llegado mi hora de enfrentarme a la muerte. Si, pensé que ese momento era el final de mi vida, que alguien nada “bondadoso” había venido para llevarme, para matarme, para hacerme desaparecer.

Esa presencia, entró en todo mi ser y me hizo sentir pánico, horror a la muerte. Entonces fue cuando no pude más con esa presión de todo lo que estaba viviendo. Decidí que si era mi hora de morir, mejor no resistirme. Me estiré en todo lo ancho de mi cama, extendí mis brazos y mis piernas, y grité: si me tienes que matar, me matas, si me tienes que comer me comes, si me tienes que llevar a otro sitio me llevas, pero que esta pesadilla acabe de una vez por todas.
Me puse a llorar, del miedo que sentía en mis entrañas, en una parte muy profunda de mí. Todo mi cuerpo estaba temblando de pánico, no podía acallar mi mente, no podía encontrar paz.

Era como estar dispuesta a morir pero no atreverme, pero ocurrió lo que hacía tiempo tenía que suceder, simplemente que ahí estaba yo, estirada en la cama, en posición de cruz, simplemente rindiéndome a todo, dándolo todo por perdido, rompiendo los muros que no me dejaban traspasar ese miedo, esa barrera que me separaba de una parte oculta de mi propio ser. Sentí como la presencia me invadía, me embargaba, me poseía, pero una parte de mí estaba ya dispuesta, y finalmente me rendí.

Y después de esa rendición, la presencia que de mí se había apoderado, que me hacía estremecer todo mi cuerpo y de la que tanto miedo tenía, se fue, desapareció, me dejó tranquila, como si fuera un fantasma de los que salen en las películas y me hubiera traspasado, sacando todo mi dolor y mi miedo, y llenándome de paz y plenitud. Una sensación de amor empezó a embargar toda mi persona, después de haberme rendido, pero tuve que pasarlo muy mal antes de sucumbir.

Esa presencia de amor que me invadía ahora, era lo más maravilloso que había sentido nunca, algo que no podía describir con palabras, pero que me conectaba a todo el universo, a la comprensión de lo que no se puede explicar desde el razonamiento humano. Quizás era, lo que mucha gente podría decir “una experiencia mística”, pero daba igual, no hacía falta definirlo, solo lo estaba sintiendo.

Después todo ese amor que recorría cada célula de mi cuerpo, me hizo sentir la fuerza más grande que había experimentado nunca dentro de mí, y todo el terror y pánico que había sentido hasta entonces, había desaparecido, dando paso a la nueva fase de mi vida. El desarrollo de las percepciones con otro estado de conciencia, sin miedos y con ganas de aprender cada día cosas nuevas y percepciones diferentes.


Ese fue un día que marcó un antes y un después, como otros tantos que han habido después más tarde, y los que vendrán.


Pero si ese día no hubiera sucumbido, no habría pasado de seguir teniendo miedo. Algo tan simple como rendirse a veces, nos hace cambiar del todo una actitud ante la vida, y nos puede llegar a dar una comprensión mayor que la que teníamos hasta el momento.


Ya nunca más tuve miedo a las presencias que sentía cerca de mí, y reuní el valor suficiente, la capacidad creativa y la voluntad, que me ayudó a establecer mi propio código para poder comunicarme con ellas. Necesitaba un instrumento fácil con el que iniciar un entendimiento con esas energías, que no sabía de dónde venían, ni que querían.


Si, algo tan fácil como hablar con ellas, y crear mi “alfabeto” particular. Necesitaba comprender y saber más acerca de ellas, pero como nadie me había enseñado, pues no conocía cerca de mí a ninguna persona que le pasara lo mismo, empecé con algo muy simple, tenía que probar lo que se me ocurría. Establecí un pacto con las presencias, hablando desde lo más profundo de mí. Ese acuerdo inicial fue que si me rozaban la mano derecha, significaba como si me dijeran que sí, y si lo hacían en la izquierda, sería un no. Con ese principio tan elemental, cada noche, en lugar de encender la tele para desconectar de la rutina diaria, empecé a practicar. Se había abierto en mí, las ganas y el entusiasmo de aprender, de descubrir cosas nuevas sobre todas esas energías que sentía alrededor, pues ya no tenía miedo.


Me sentaba en el sofá, ponía mis manos sobre las rodillas, erguía mi columna y después establecía mentalmente de nuevo el código. Hablaba con las energías y les decía: si queréis comunicaros conmigo, tocarme la mano derecha para saber que es un sí y la mano izquierda para el no. Establecía una serie de preguntas como ¿te conozco? O no te conozco. Esperaba unos momentos, y abría todos mis sentidos, más allá de los conocidos, para escuchar y sobre todo sentir en mis manos la presencia de esas energías. En cuanto me quedaba claro esa primera respuesta, preguntaba la siguiente. Por ejemplo, eres hombre..eres mujer?, estás vivo? Estas muerto? Y así, un sinfín de posibilidades para obtener información desde esas otras frecuencias no físicas, pero sí existentes para mis sentidos.


Fui desarrollando el método de comunicación, y ese código inicial se fue perfeccionando. Empezaron a surgir imágenes en mi mente, cuando tenía los ojos cerrados al estar concentrada en percibir las sensaciones en las manos. Y de esas imágenes al principio aisladas, fueron apareciendo palabras, y de ahí sumado a las percepciones físicas, pude ir teniendo una comunicación más completa con las presencias.


Todo eso nadie me lo había explicado, era algo que surgía de forma natural, y que me entusiasmaba, pues obtenía respuestas y me satisfacían. Había presencias, que solo querían un poco de compañía, otras orientación, estaban perdidas, no sabían que les pasaba o hacia donde tenían que ir. Unas eran claramente personas que habían fallecido en accidentes, y no sabían que les había ocurrido. Pero otras no me quedaba claro que eran, o de donde venían. Simplemente no me aferraba a nada, y seguía investigando, sintiendo, y desarrollando el código de comunicación con las energías. Era como un juego en el que tenía ganas de participar cada noche, la hora del día en que era más fácil comunicarme con ellas, pues hay mas silencio.

Empecé a desarrollar aptitudes, que ni siquiera yo sabía que pudieran existir, como mirar por dentro de mi cerebro, con los ojos cerrados, y ver túneles de luz por los que podía empezar a subir o recorrer. Entendí que alguno de esos lugares que veía en mi mente y sentía tan reales, eran túneles de amor, pues me invadía esa sensación cuando comenzaba a ir hacia ellos y algunas de las presencias con las que me comunicaba, lo que estaban buscando precisamente era entrar por ahí, era el camino hacia el descanso, hacia la paz y la libertad.
Nadie me había enseñado a hacer eso, pero en cambio sentía una facilidad, después de haber superado mis miedos. Era una sabiduría especial que no sabía que tenía antes, pero que de forma natural se iba desarrollando cada día que practicaba el arte de sentir. Creo que esa capacidad está dentro de todos nosotros solo hace falta querer desarrollarla y practicar.


Claro que mucha gente podría pensar que eso sería una forma de locura, pero bendita locura si fuera así, pues en los momentos en que conseguía entrar por uno de esos túneles de luz que veía en mi mente, con los ojos cerrados, y las presencias que me acompañaban podían atravesarlo, yo sentía una paz inmensa, una gratitud por poder estar ahí aunque fuera por unos instantes, ya que después tenía que regresar. Pero la paz y el amor que había sentido, permanecían en mí bastante rato, y me daban algo que nada ni nadie me había dado antes: satisfacción total, plenitud, gratitud por estar viva.


Éstas práctica o experiencias, hacían que fuera más grato el despertarme cada mañana y sentir que tenía ganas de que llegara la noche para poder practicar más. Es algo muy importante en esta vida, tener una ilusión por algo, saber cuál es el estímulo que nos alimenta día a día para no caer en la rutina, y seguir creciendo.


Pero empecé a ver que todo eso tenía un precio. Cada vez, me sentía más diferente a las demás personas, pues veía que ni siquiera podía sacar el tema del más allá de la muerte. La mayoría de personas que había en mi vida en aquel entonces, era imposible ni siquiera nombrarlo, pues sentía que me tacharían de loca o de fanática por esos temas. No obstante seguí desarrollando capacidades en silencio, y en mi profunda intimidad.


Con el tiempo, me fui dando cuenta que a medida que despertaba las capacidades, fueron apareciendo personas en mi vida, que sí me comprendían y me fueron ayudando a entender a base de poder explicarles mis experiencias, que no estaba loca, y que había muchas personas en el mundo que le sucedían estas mismas cosas.

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