Capitulo III. PREPARANDOSE PARA SEGUIR EL CAMINO

Hubo otros casos de conexión con personas conocidas, una vez habían muerto, pero otro día se abrió otra posibilidad que no había vivido antes, una mujer que estaba en coma en el hospital, con una enfermedad terminal y que llevaba un tiempo sin avanzar ni retroceder. Esa noche, como de costumbre puse en marcha, lo que acabé llamando la “antena parabólica”, con el sentido divertido y cariñoso, es decir abrí los sentidos a percibir quien había por ahí en otras frecuencias, que quisiera establecer comunicación.


Apareció esa señora, que era la madre de una chica que conocía, y por tanto sabía la situación en la que se encontraba. Pero la presencia de la señora se hizo tangible a mi lado, noté que estaba junto a mí y que estaba muy cansada y en cierta manera algo perdida. Su cuerpo energético pedía ayuda, pues no sabía hacia dónde ir.


En experiencias anteriores, en que se presentaban seres que ya habían fallecido, se notaba cierta frecuencia diferente a la que ahora estaba sintiendo. Algo en mi interior me hizo cambiar una especie de sensores del cerebro, y sentí que una parte de mi cuerpo se desplazaba con la señora, como de regreso al hospital donde estaba su cuerpo físico.


Es algo complicado explicar con palabras, pero como algunas personas podrán entender, se trataba de un viaje astral.


Llegué en cuerpo etérico o astral, junto la cama del hospital donde su cuerpo tendido lleno de tubos y cables, estaba aparentemente dormido, empecé a tener como si de una conversación se tratara, ella me explicaba que sabía que se tenía que marchar, pero que se encontraba siempre con una pared de ladrillos al final del túnel por el que empezaba a caminar. Junto a ella sentí que anduvimos juntas por el pasillo que me nombró, hasta que llegamos a la pared de ladrillo rojo. En ese momento que parecía no haber salida, miré hacia arriba como si de un laberinto se tratara, y vi que el túnel continuaba pero se tenía que ascender en cierto sentido hacia un segundo piso. Todo ello seguía siendo como si de una conversación cifrada se tratara, como un código entre las dos. Una vez ascendimos al segundo piso, el túnel continuaba, y al final del camino había una luz brillante y se sentía la paz que en muchas otras conexiones había sentido, por tanto sabía que se trataba del final, allá donde yo ya no podía seguir. Pero ella tampoco continuó, regresamos juntas a la habitación del hospital donde seguía su cuerpo dormido.


Cuando me despedí de ella, supe que de alguna manera estaba tranquila, ahora sabía cómo seguir el camino cuando estuviera preparada para irse, cuando fuera su momento.


Pasaron un par de días desde esa experiencia, y fui preguntando a la hija como se encontraba su madre, ella me indicó que todo seguía igual, pero que esa situación había hecho movilizar a la familia de tal manera que estaban sucediendo cosas que hacía tiempo no vivían. La madre hospitalizada y en coma, hacía que todas las personas del núcleo familiar fueran a verla y así sucedían encuentros entre hermanos, primos y tíos que hacía tiempo no se veían y que incluso tenían temas pendientes que solucionar y dadas las circunstancias sucedía que era el momento oportuno para hacerlo.


La madre, estando en coma, fue el vínculo de unión de nuevo, de asuntos que quizás si no fuera por esa situación hubieran quedado sin resolver en la familia, y que por la situación de extrema gravedad de su vida, hacía que la compasión y el perdón volvieran a penetrar en cada miembro familiar.


Una noche, sentí de nuevo la presencia de la señora, volví a seguirla hasta el hospital, pero esa vez, pedía algo diferente que ver el camino. Quería que la ayudara a cortar una especie de tubo plateado que salía desde su ombligo y estaba conectado a algo cuyo final no se veía. Y como con unas tijeras imaginarias, pero reales energéticamente hablando, ayudé a cortar ese cordón de plata tan especial. No recuerdo nada más, solo que regresé a mi cuerpo en mi casa y me fui a dormir.


A la mañana siguiente la hija nos dijo que su madre había muerto por la noche, y que por fin descansaba de estar tanto tiempo conectada a las máquinas del hospital. Yo no dije nada, pero imaginé que la experiencia del cordón de plata tenía algo que ver con todo aquello.


Al anochecer ese mismo día, iba caminando por la calle a casa de unos amigos. En un momento dado noté que alguien o mejor dicho una presencia, quería comunicarse conmigo, pero estaba en la calle, y no sabía qué hacer, pues era difícil establecer mi pequeño ritual de ponerme en una postura cómoda, cerrar los ojos etc., en medio de los coches y la gente que pasaba alrededor.


Pensé no hacer caso de la presencia, y decirle que ahora no era el momento, que no podía establecer conexión, pero algo en mi interior me dijo que era importante, y entonces vi que en la siguiente calle, había varios bancos y me senté en uno de ellos. Cerré los ojos, abrí todos mis sentidos y entonces entendí que era la señora la que tanto insistía en comunicarse conmigo en aquel momento, pues venia a despedirse antes de irse. Venía como para agradecer el apoyo de nuestros encuentros anteriores, y con esa gratitud empecé a sentir tanto amor en toda mi persona, que derramé unas cuantas lágrimas mientras seguía sentada en el banco, con los ojos cerrados. Entonces una señora que pasaba caminando por la calle se acercó y me preguntó si estaba bien, si me encontraba bien. Yo estupefacta, porque en esos momentos casi estaba fuera de mi cuerpo, volví de repente y le contesté que no, que no me pasaba nada, pero que gracias por su ayuda.


Nunca hasta ese momento me había pasado algo parecido, quizás incluso sentí algo de vergüenza por la situación, pero de nuevo cerré los ojos, y me embargó de nuevo la fuerte emoción de estar en comunicación con alguien que iba a caminar por el túnel e iba a traspasarlo.


Fue una experiencia diferente, pero está claro que solo era un peldaño más que escalar en este camino sin final.

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